Buenos días.
Espero que estés viento bien.
Hoy rescato de la nube un texto que escribí hace más de 10 años.
Unos giros y llegamos al meollo de la cuestión.
Vocación
Una palabra sin dudas interesante.
Veamos que dice el diccionario:
Llamada o inspiración que una persona siente procedente de Dios para llevar una forma de vida, especialmente de carácter religioso.
Inclinación o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida o un determinado trabajo.
Me gusta el concepto de “llamado.”
Y su contraparte, la escucha.
Para escuchar un llamado hay que estar atento.
Espabilado dirían por acá.
Es cierto…hay llamados y llamados.
Que te llame cierta comida basura o Sarama de The Ring (“la señal” en 🇪🇸 y “la llamada” en 🇦🇷) no parece un buen plan.
Por cierto….toda la vida creí se llamaba Samantha….en fin, volviendo a lo que nos convoca hoy:
#Atento a las señales ⚠️
Busca tu galleta🍪
publicado originalmente en mayo del 2010, a. de V (antes del Virus)
El sujeto, en el transcurso de su vida, realiza elecciones, a veces en circunstancias que prefiere optar y a veces en otras que no; lo importante es que el sujeto elige.
La vocación, a diferencia de la elección, lo elige al sujeto, le da forma a su vida.
Intenta imponerse.
Está en él aceptarla o no. Al rechazarla, difícilmente podremos llegar a ser lo que queremos, ya que seguramente sentiremos desinterés, depresión, desasosiego, etc. Si la acepta, se sentirá realizado, pleno, satisfecho, “vivo”, etc.
Hay que tener presente que toda vocación, por su naturaleza absorbente, despótica e inflexible, es incapaz de tolerar ambigüedades y deserciones. Exige una obediencia de doble índole: por un lado, consagración total a su sentido; por otro lado, plena subordinación a su mandato. Podemos comprender qué nos pide, pero nunca nos sentiremos seguros de complacerla como se debe. Por ello, el placer de ejercer ese llamado reside en la perseverancia con que vive su propia pasión.
La vocación es la mayor victoria que un ser humano puede lograr sobre la rutina y la indiferencia.
El hombre de vocación difiere del que no lo es por su imposibilidad de dejar de serlo y por su incapacidad de abandonar el ejercicio de su vocación. Algo a tener muy presente es que la vocación puede surgir en cualquier momento y cuando uno menos se lo espera.
Mozart desde niño se supo prodigio de la música y vivió sólo 35 años. En ese breve tiempo compuso numerosas piezas y trascendió hasta nuestros tiempos como uno de los más grandes compositores.
A diferencia de él, Michel de Montaigne, un groso francés, encontró su vocación de ensayista casi en el ocaso de su vida, no obstante, eso no se constituyó en un impedimento para realizar su pasión. Poco tiempo “de vocación” fue suficiente para que trascendiera hasta la actualidad.
Cuando uno se deja alcanzar por aquello que te mueve “desde adentro”, como una fuerza imparable de energía que te empuja a alcanzar los límites de la realidad (y más allá), el tiempo se torna un factor irrelevante, la muerte pierde por jaque mate si te halla en el ejercicio de tu vocación.
Era un crío cuando escribí esto.
Y sé que puede estar mejor escrito pero no mejor dicho.
Así que hasta aquí por hoy.
¿Cuántas veces haz sentido el llamado vocacional?
Santiago Pedrosa Álvarez
En criollo hacer lo que te gusta y disfrutar,es haber respondido al LLAMADO