Escrito desde Madrid
He pasado unas semanas movidas —como suele pasarme—, guiado un poco por el azar, un poco por la vida.
Desde velorios hasta constelaciones.
Un universo en pocos días.
Algunos planes son ‘la muerte’
Una publi en Facebook invitaba a participar en una constelación familiar.
Quedaban dos lugares.
Y dije: ¿por qué no?
Algo que nunca había probado.
Y lo hice.
Cito textual:
Busca explorar las dinámicas inconscientes y patrones familiares que pueden afectar a las personas.
Y me vino a la cabeza Borges:
“Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, la gente que hemos visto morir, los libros que nos han mejorado. Somos gratamente los otros.”
Una mirada a la red familiar, con sus deberes y obligaciones.
Donde otros —personas que no te conocen— toman los roles de tu historia.
Un flash.
Una experiencia intensa, desafiante.
Una paliza física y mental.
No te voy a spoilear lo que fue…
Solo te digo esto: es una experiencia que sí recomiendo al menos una vez.
En otra ocasión te hablé de creencias.
Y pienso que muchas veces, si creemos que estamos condenados a algo por destino,
lo estamos prefigurando mentalmente.
Y ya sabés:
donde diriges tu atención, diriges tu pensamiento, y por extensión tu accionar.
La muerte —y la vida—
Esta semana fui a un velorio.
El primero en tierras hispanas.
Viajé al tanatorio —Thánatos dixit— no por mí.
Ni siquiera conocía a la persona fallecida.
Pero recordé las palabras de un amigo:
“Los velorios son para los vivos, no para los muertos.”
A veces uno siente que no alcanza, que no hay palabras, que no se puede hacer mucho…
Pero estar ahí, sentarse al lado, acompañar, poner el cuerpo…
Eso es lo más valioso.
En esos momentos, más que decir algo,
lo que de verdad calma es sentir que no estás solo.
Y eso vi: el amor que se dice con abrazos, silencios y ojos llenos.
La vida es un fin de semana largo que también se termina.
Y qué mejor que el ocaso del domingo sea una fiesta de solemnidad y respeto.
Regreso a casa con una pregunta…
¿A quién agradezco esta vida que recibí?
¿Te lo has preguntado alguna vez?
Somos la felicidad de los muertos
porque estamos vivos.
“No hay un puñado de tierra en el mundo sin una tumba española”, leí en Twitter/X.
Y razón no le falta.
Mirar a los ancestros —de dónde venimos—
a nuestros abuelos, nuestros padres y más…
es reconocer que, aún con errores, algunos —y más— aciertos hubo.
Porque si hoy podés vivir para contarla,
es porque los que te precedieron hicieron que los “sí, vamos!” fueran más que las dudas.
Vivir es un regalo
Y es un presente.
Que te ha sido dado.
No te cagues en tus muertos.
Porque
polvo somos,
y en polvo
nos convertiremos.
Santiago
Crea. Entrena. Construye.
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