“Si no va sin frenos, no anda bien.” Patricio Rey y sus Redonditos de ricota
¿Cuándo damos de más?
Hoy, mientras escribía este post, me acordé de uno de los accidentes más fuertes que tuve en bici. Creo que fue en 2013 o 2014, no lo tengo del todo claro. Era mi época fuerte en carretera. Amaba la sensación de ir a tope y sprintear.
Qué cosa maravillosa.
De eso justo hablamos la semana pasada: para ser buen sprinter, hay que estar un poco loco.
Claves psicológicas para dominar el sprint
🧠🚴♂️ Claves psicológicas para dominar el sprint en el ciclismo
Una carrera imaginaria
Ese día, salimos en grupeta. Camino de acceso a la ciudad. Íbamos a unos 45 km/h y nos topamos con uno de esos camiones que parecen ir más lento que un caracol con sueño.
Un amigo me miró y me dijo:
—¿Te animás a pasar al mionca🚚?
Y este servidor, con más entusiasmo que sensatez, le dio gas.
Recuerdo perfecto el momento: empecé a sprintar con todo lo que tenía. Cassette a fondo, piernas a mil... y de pronto, ese instante en que sabés que no llegás. Ni el cuerpo ni la transmisión daban más.
Levanté la vista y vi un espejo de agua oscuro. Me asusté. Y, como dicta el manual del ciclista asustado, hice lo contrario a lo que debía hacer: clavé frenos.
La bici empezó a perrear hacia el inframundo.
Perdí el control y mientras iba cayendo sentí un golpe fuerte que cambió mi trayectoria. Más tarde me contaron que le pegué con el brazo a una rueda del camión. Ese rebote me sacó hacia afuera, en lugar de “chuparme” hacia adentro.
La saqué muy barata: solo una quemadura grande en la pierna. Pero la cicatriz me duró años.
Y si ese día llegué ateo…debo decir que me fui creyente.
El verdadero juego del riesgo
Todo esto me lleva a lo que te quiero contar hoy:
¿Cuánto riesgo estás dispuesto a tomar?
A la distancia, mi acción fue temeraria y enormemente estúpida.
Por querer ganar una carrera imaginaria —mostrar que “podía”—, casi visito a San Pedro.
Solemos pensar el riesgo como un interruptor: o lo tomás, o no.
Pero esa idea es peligrosa. El riesgo no es binario.
El riesgo es un espectro.
Un abanico de posibilidades, probabilidades y consecuencias.
La pregunta no debería ser:
👉🏼 ¿Esto es riesgoso?
Sino:
👉🏼 ¿Qué tipo de riesgo estoy tomando?
"Como ciclista profesional, la carretera es mi lugar de trabajo, y vivo la realidad del peligro de circular en bicicleta entre el tráfico casi todos los días." Tadej Pogacar
La curva del riesgo
Visualizá el riesgo como una curva de campana:
A la izquierda: la inacción.
Parece segura, pero es un riesgo oculto. El riesgo de no avanzar, de no crecer.A la derecha: las apuestas ciegas.
Grandes riesgos con malas probabilidades. A veces salen, pero la mayoría no.En el centro: el riesgo calibrado.
Ese es el lugar donde querés estar.
¿Qué es calibrar el riesgo?
Calibrar el riesgo no es jugar a no perder.
Tampoco es ir con todo al todo.
Es pensar estratégicamente.
Es buscar jugadas donde el beneficio posible sea mucho mayor que el daño potencial.
💡 Es elegir incomodidades con retorno real.
No demasiado seguro.
No demasiado imprudente.
🧭 Riesgo calibrado: el nivel justo de incomodidad, en la dirección correcta, en el momento indicado.
Elegir el riesgo correcto
Cada vez que evitás una decisión por miedo a quedar mal, estás tomando otro tipo de riesgo; el riesgo “piedra”:
El riesgo de quedarte donde estás.
Y cada salto sin pensar puede salir muy caro.
El verdadero juego no es evitar el riesgo.
El verdadero juego es elegir bien qué riesgo querés asumir.
Ahí, justo ahí, empieza el crecimiento.
🌱 ¿Estás eligiendo riesgos que te acercan a tu mejor versión?
💬 Te leo: ¿alguna vez tomaste un riesgo que hoy ves como parte clave de tu evolución?
De Madrid al cielo,
Santiago ⚡️ | Crea. Entrena. Construye.
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